martes, 30 de abril de 2013

AU PIED DE COCHON. O LO QUE ES LO MISMO, AL PIÉ DEL CERDO.




Un clásico parisino

Abro la caja que está encima de la mesa del salón en la que guardo el tabaco de liar. Removiendo entre artículos de tabaco aparece tímidamente una caja de cerillas en la que puede leerse "Au pied de cochon, ouvert jour et nuit". Es la publicidad del restaurante parisino que se rinde al cerdo.

Texto: Roberto





Si tienes la oportunidad de viajar a París, si tu dieta o tu médico te lo permite, además del posible mermado monedero, y si por encima de todo te gusta el cerdo; no está de más pasarse por "Au pied de cochon" en 6 Rue Coquillière... Una auténtica cochinada para los sentidos.


Entrada al restaurante, el cual dispone de varias plantas.

Si se quiere echar un vistazo a este 7 eleven de la gastronomía parisina, su dirección en la red es www.pieddecochon.com  


Tuve la oportunidad de visitarlo hace tiempo y me quedé sorprendido al comprobar que la noche parisina disponía de múltiples locales en los cuales podías pegarte un autentico festín a las tres y media de la mañana. Eran aquellos años en los que Madrid no paraba de mirarse el ombligo y se decía a si mima lo divertida y noctámbula que era.

En "Au pie de cochon" nos atendió un camarero francamente bien vestido, es decir, como siempre te has imaginado a un camarero francófono. Delantal blanco e impoluto, chaleco negro sobre camisa blanca y corbata también negra. Ya, ya lo sé. Estarás pensando que falta un detalle en la apariencia que te habías imaginado. El bigote caracoleando en sus extremos también lucía orgulloso sobre sus labios, aunque invadido ya por las canas.

Caracoles gratinados con mantequilla de ajo y perejil abrieron mis fosas nasales. Los caracoles eran de un tamaño mínimo garantizado, al no estar permitido comercializar los que no alcancen el diámetro de cierto anillo medidor. Un borgoña amenizaba el lento pasar entre gasterópodo y gasterópodo mientras me distraía con la conversación y mirando la cantidad de gente que tenía hambre a esa horas de la mañana. El restaurante estaba lleno.

La sombra de un mostacho apareció sobre mi plato al dejar en su correspondiente hueco el último molusco. 
"Pardon monsieur. Vous-avez fini?".
Oui, merci.

A pesar de la cantidad de comensales que había en la sala y de una carta que no era fast-food, el servicio resultó efectivo y a la par elegante . Enseguida nos trajeron el segundo plato. En mi caso se trataba de 'La tentation de Sant-Antoine'. He de reconocer que lo de este santo era para rasgarse las vestiduras. Careta, morro, pata...todo sacado de tan rechoncho animal. Supuestamente en dos cocciones, siendo la última un gratinado que le confería un crujir exterior y una melosidad pór dentro que apenas tenías que masticar. Haciendo compañía se encontraban unas pommes de terre au point- neuf (patatas puente nuevo) doradas y tiernas; y una salsa bearnesa con su punto de vinagre y estragón, el lácteo de la mantequilla y el inconfundible sabor del huevo perfectamente ligados.

"Hay que joderse con las tentaciones que tenía este hombre", pensé. Me saltaré el transcurso del plato por no empalagar la lectura, pero supongo que se puede imaginar como fue. No puedo hablar de los postres por la incapacidad de siquiera mirarlos. Pero si puedo decir que esta vivencia fue muy anterior a la incomprensible obsesión de Madrid por el gintonic, y disfruté de uno de ellos después de habérmelo sugerido el profesional camarero con excelente resultado, sobretodo para mi estómago.
Para cuerpos menos explosivos que el mío se puede disfrutar de buenas bandejas de productos  frescos del mar  y de una buena variedad de platos.


La tentación de San Antonio
Aquí dejo un pequeño video de "Au pied de cochon"

Bon appétit, mes amis.




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