lunes, 10 de diciembre de 2012

Otoño de salitre y vinos


Para muchos es una parada en la melancolía, pero el otoño desprende colores, sabores y fragancias que despiertan los sentidos.

Texto y fotos: Roberto

Un paseo por cualquier monte en esta época del año te puede despertar algo mas que frío en la nariz. Nuestras pupilas se llenan de colores que no vienen a ser como los explosivos primaverales sino los moderados tonos que nos invitan al sosiego. La humedad del campo nos toca el olfato y el olor de la madera ardiendo hace que demos un respingo a modo de calambre, acto-reflejo de lo que le espera a nuestro cuerpo.





En los viñedos de la bodega Berroja, en Urdaibai (Euskadi), se forman sendas que parecen indicar el camino que han recorrido los vinicultores para lograr un Txacolí que antaño se presumía para "hombres" por lo difícil que era ingerir el caldo sin que se erizara el vello, pero que hoy ha alcanzado una calidad extraordinaria dentro de este tipo de uva, cultivada con las dificultades que aporta el clima poco luminoso de aquella zona.






Cosechada la uva el viñedo tiene aún su último regalo



Muy cerca de este lugar, el salitre, el azul, la brisa.









2 comentarios:

  1. “Un Plato Español”:

    Mezcle harina de arroz ( de la mejor calidad) con un poco de leche de cabra y póngalo en una cacerola. Luego tome un pecho de capón y déjelo a medio cocer, después muélalo dos veces, como máximo tres en el mortero. Agréguele su propio peso de miel y échelo en una olla de agua hirviendo. En un cuarto de hora esta listo. Mi amigo Galba me sirvió este plato recubierto de azúcar cuando lo visite en Sicilia y, en tanto a mi me produjo nauseas, Tridento afirma que jamás probo un plato más delicado.
    (Manténgase apartado de este plato, no es muy alimenticio, produce náuseas, vértigo, y debilidad en las rodillas y la vista. En Florencia hay una taberna en la que no sirven otra cosa que no sea este plato, y allí están todos locos).

    Recetas de Leonardo..

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  2. "Notas de cocina de Leonardo da Vinci"
    Todos sabemos que Leonardo da Vinci fue un gran humanista y un hombre de ciencia. Durante su vida se dedicó a diferentes artes, entre ellas, la más desconocida quizá sea la cocina.
    Este libro recupera las notas que fue escribiendo durante su estancia en el palacio de su mecenas Ludovico Sforza, gobernador de Milán. En ellas recoge las recetas diseñadas por él, más parecidas a lo que hoy se conoce como nouvelle cuisine que a los grandes banquetes típicos de la época. Pero las destinadas a la Corte no son las únicas fórmulas culinarias que nos dejó, ya que también nos descubre los platos destinados, según sus propias palabras, a los pobres y a las gentes groseras. Una parte muy importante de esta obra está dedicada a los modales en la mesa, algo que en aquella época no se tenía demasiado en cuenta.

    Para comprender la vida y el legado de este gran humanista hay que empezar desde el principio. Leonardo nació en 1452 en Vinci, muy cerca de Florencia. Su infancia la pasó entre la casa de su padre, casado con una dama 16 años más joven, y la de su madre, que contrae matrimonio con un repostero sin ningún trabajo, Accatabriga di Piero del Vacca.

    Quien le introduce en el saber culinario es el grosero Accatabriga. El gusto por los dulces y la cocina en general le acompañará toda su vida. Desde muy joven, Leonardo descubrió su interés por este efímero arte. De hecho, su carácter fue decisivo en su carrera gastronómica, su inventiva quedó reflejada en las recetas, muy extrañas para la época por la arriesgada combinación de elementos, y su presentación. Empezó en el oficio como jefe de cocina de una taberna Los Tres Caracoles, situada al lado del puente Vecchio de Florencia; aunque después se asoció con el también pintor Sandro Boticelli, en una nueva cantina.

    Durante estos años, Da Vinci comienza a escribir sus ideas revolucionarias en cuadernos que siglos después nos descubrirá este interesante libro. Sin embargo, no pudo poner en práctica sus ideas hasta que fue nombrado jefe de maestros de festejos y banquetes de Ludovico Sforza, "El Moro", dueño y señor de Milán.

    Por aquella época, sus recetas y, posteriormente, sus inventos aplicados a la cocina comenzaron a hacerse famosos. Cualquier aparato o máquina podía ser empleado para las artes culinarias: asadores automáticos, máquinas de lavar, cascanueces mecánicos, picadoras de carne, cortadoras de vegetales y otros utensilios que no siempre fueron aceptados por sus criados y pinches. De su ingenio nacieron ideas tan brillantes como los extractores de humo o los extintores de incendios.

    De sus anotaciones saldrá el "Codex Romanoff" que recoge este libro, descubierto tras siglos desaparecido en 1981. En él, fue anotando durante años recetas y comentarios sobre los buenos modales de los comensales. Sin embargo, muchos de estos deliciosos platos no vieron la luz. Con motivo de la boda de la sobrina de Ludovico, Leonardo presenta a su señor una muestra de menú para la ocasión, que incluye desde una Anchoa enrollada descansando sobre una rebanada de nabo tallada a semejanza de una rana hasta los Testículos de un cordero con crema.

    Tanta modernidad y extravagancia asustó al gobernador Ludovico, acostumbrado a comidas donde se servían enormes bandejas de huesos de vaca y otras carnes rojas. Realmente, Ludovico nunca previó, cuando le acogió, las vicisitudes que se le venían encima. Durante años, tuvo que luchar contra el carácter innovador de Da Vinci y mandarle hacer retratos de la corte milanesa para evitarse problemas mayores.
    Como curiosidad apuntar que a él le debemos, también, la creación de una máquina para cortar espaguetis. Pero no sólo consiguió facilitar el trabajo de los cocineros y de sus pinches con inventos como éste, a lo largo de su vida siempre se afanó por conseguir mejorar las diferentes artes que cultivó, como la cocina.

    La ficha:
    Título: "Notas de cocina de Leonardo da Vinci".
    Autor: Leonardo da Vinci.
    Editorial: Temas de Hoy.

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